viernes, 15 de febrero de 2013

Aceptar y Perdonar

Hay momentos en la vida en los que nuestros más queridos proyectos no dan los frutos esperados, aun habiendo echado toda la carne al fuego. 

Es cuando empezamos nuestro paseo por el reloj emocional: tristeza, porque se acaba, rabia por no haberlo logrado, culpa por haber enamorado a más gente con la idea de éxito, ira hacia uno mismo por haber fallado: al proyecto, a los demás y a uno mismo. 

Cuando se pone el dedo en el sentimiento primario, se puede empezar a aceptar y perdonar, perdonar la vida, perdonarse. 

Uno de los mayores retos es perdonarse, perdonarse no haber podido cumplir lo que se había prometido (y no porque no se intentó sino que no se logró), aceptar que no somos omniscientes, que no podíamos prever absolutamente todo, que algunas de las elecciones en su momento tomadas, fueron con la visión y conocimiento del momento y que hoy es fácil decir “si…”, aceptar que tenemos limites pero que a pesar de eso seguiremos intentando empujarlos, un día a la vez. 

Perdonarse, permite, mantener la fé en sí y en la vida, es no dudar que la próxima vez que habrá que creer con toda su alma en sí y en los eventos, lo haremos sin miedo a que nuestro juicio no sea el correcto. 

Perdonarse es amarse y aceptarse, es saber dónde podemos pecar y como evitarlo, como navegar en mar tranquilo y en la tormenta. 

Es poder abrir un nuevo capítulo con el corazón y el alma limpios de lastres de las experiencias pasadas, lleno de fe, de mayor conocimiento y de bonitos recuerdos. 

Perdonar es amar y sin amor no somos nadie, y la primera persona que necesitamos amar completamente en los buenas y en las malas, somos nosotros mismos, tal como estamos.





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