lunes, 18 de febrero de 2013

MJ, Medio siglo de grandeza


Este post se lo quiero dedicar al único héroe de mi niñez: Michael Jordan. 

Ayer 17 de Febrero del 2013, Michael Jordan, el mejor jugador de todos los tiempos de la NBA cumplió 50 años. 

Recuerdo que durante mi niñez es el único personaje al que realmente admiraba, y no solo porque practicará el deporte que me gusta, y fuera la estrella de la época. Michael Jordan siempre ha hecho ver el basketball como algo sencillo, un don divino con el que nació, y el cual le otorgó la grandeza a lo largo de su vida. 

Quienes conocen su historia, saben que realmente no ha sido así, por eso es mi héroe: Michael Jordan quizá nos hizo creer que el basketball fue un regalo de Dios y no algo en lo que trabajó... cada día de su vida. 

Aquí les dejo un poco de su historia: 

En 1985 un joven de piel negra, con cabello demasiado corto y piernas largas (1.98 metros de estatura) desafió a Isaac Newton y las leyes de la física. Amenazaba con volar. El novato Michael Jeffrey Jordan, con el número 23 en el jersey rojo, convertiría con un salto eterno el antes y el después en el circo de la NBA.

Los que tuvieron la oportunidad de mirar al basquetbolista entendieron que no era de este planeta. Bugs Bunny lo llamaría después para salvar al mundo en un duelo contra extraterrestres, Spike Lee investigaría la fuente de sus habilidades, Michael Jackson le enseñaría a bailar, los Toros de Chicago y Nike lo adorarían. El gigante rubio hecho leyenda Larry Bird confesaría: “he visto a Dios disfrazado de basquetbolista”.

En aquel año Desmond Tutu se convierte en el primer obispo de raza negra, la telefonía móvil está en pañales y Microsoft lanza al mercado Windows 1.0, la primera versión. En el cine se estrena Volver al futuro, con Michael J. Fox y Christopher Lloyd.

En la duela del Hoosier Dome, en Indianápolis, se da el concurso de clavadas previo al juego de Estrellas en la NBA. En el escenario sólo quedan dos rivales: Dominique Wilkins, de los Halcones de Atlanta; así como Michael Jordan, el novato de los Toros de Chicago.

El número 23 fue capaz de detener el tiempo. Desde la zona lateral de la duela se levantó, se quitó la cinta blanca de protección que tenía en los dedos y la colocó sobre la línea de tiros libres. El público enmudeció esperando la clavada. Jordan comenzó a correr, para elevarse desde la línea de tiro libre. Y voló. Recorrió en el aire más de cinco metros para hundir el balón en la canasta y devolver la respiración a quienes contuvieron el aliento. La imagen permanece, 28 años después, como la jugada más espectacular en la NBA, aún cuandoWilkins ganó aquel duelo.

Jordan se acostumbró desde pequeño a jugar contra la adversidad. Le ocurrió en 1978 cuando Clifton Herring, coach del equipo Laney High School (Carolina del Norte) publicó la lista de los muchachos que integrarían el equipo. Michael no estaba entre ellos. Uno de los argumentos fue que el casi niño de 15 años de edad era un ‘enano’ para este deporte (medía apenas 1.80 metros). Su maestra de matemáticas también le había vaticinado su ‘fracaso’ en el baloncesto. “Las matemáticas sí te dejarán dinero”.

Jordan corrió a casa, se encerró en su cuarto y lloró.

Deloris, su madre, intentó explicarle que todas las cosas negativas debía utilizarlas a su favor. El cuarto hijo de la familia Jordan no se despegaría del balón y se hacía la promesa de llegar a ser alguien en este juego.

Para leer la nota completa: http://www.excelsior.com.mx/2013/02/17/884690






viernes, 15 de febrero de 2013

Aceptar y Perdonar

Hay momentos en la vida en los que nuestros más queridos proyectos no dan los frutos esperados, aun habiendo echado toda la carne al fuego. 

Es cuando empezamos nuestro paseo por el reloj emocional: tristeza, porque se acaba, rabia por no haberlo logrado, culpa por haber enamorado a más gente con la idea de éxito, ira hacia uno mismo por haber fallado: al proyecto, a los demás y a uno mismo. 

Cuando se pone el dedo en el sentimiento primario, se puede empezar a aceptar y perdonar, perdonar la vida, perdonarse. 

Uno de los mayores retos es perdonarse, perdonarse no haber podido cumplir lo que se había prometido (y no porque no se intentó sino que no se logró), aceptar que no somos omniscientes, que no podíamos prever absolutamente todo, que algunas de las elecciones en su momento tomadas, fueron con la visión y conocimiento del momento y que hoy es fácil decir “si…”, aceptar que tenemos limites pero que a pesar de eso seguiremos intentando empujarlos, un día a la vez. 

Perdonarse, permite, mantener la fé en sí y en la vida, es no dudar que la próxima vez que habrá que creer con toda su alma en sí y en los eventos, lo haremos sin miedo a que nuestro juicio no sea el correcto. 

Perdonarse es amarse y aceptarse, es saber dónde podemos pecar y como evitarlo, como navegar en mar tranquilo y en la tormenta. 

Es poder abrir un nuevo capítulo con el corazón y el alma limpios de lastres de las experiencias pasadas, lleno de fe, de mayor conocimiento y de bonitos recuerdos. 

Perdonar es amar y sin amor no somos nadie, y la primera persona que necesitamos amar completamente en los buenas y en las malas, somos nosotros mismos, tal como estamos.





viernes, 1 de febrero de 2013

Los 4 Acuerdos


Si pueden darse la oportunidad déjenme recomendarles este libro:

Los Cuatro Acuerdos, un libro de sabiduría tolteca del DR. MIGUEL Ruiz. 


«No hay razón para sufrir. La única razón por la que sufres es porque así tú lo exiges. Si observas tu vida encontrarás muchas excusas para sufrir, pero ninguna razón válida. Lo mismo es aplicable a la felicidad. 

La única razón por la que eres feliz es porque tú decides ser feliz. La felicidad es una elección, como también  lo es el sufrimiento». Dr. Miguel Ruiz.