Anoche estaba hablando
con un querido amigo mío, Arturo y de repente le dije: “Quisiera yo tener esa sabiduría”
y el me contesto:
- ¿Tú crees?
- Pues si me quitase pasión
entonces no.
- Pues seguramente,
porque lo sabrías todo.
Me quede pensando,
hasta esta mañana y allí va mi conclusión:
Soy una persona
bastante apasionada y no quisiera nunca perder esa parte de mi carácter, por
eso mi primera reacción de sabiduría = no pasión.
Pero analizándolo
bien, creo que es al revés, la sabiduría nutre la pasión. La pasión nos hace
amar las cosas con todo nuestro ser y la sabiduría nos enseña a canalizar esta pasión,
a conocer lo que amamos. Si conocemos más lo que amamos, lo amamos más y nos
apasionamos más. Un poco como el cuerpo de nuestro querid(@), su textura, su
olor, sus curvas, el grano de su piel, más lo tocamos, más lo queremos y más lo
queremos, más lo queremos tocar.
Pienso en mi pasión
por la vida, de hace 20 años y veo que era pasión estilo “ Romeo y Julieta”,
cielo y infierno, emociones increíbles pero donde el final solo puede ser
cenizas.
Pienso en mi pasión
del momento y veo que el fuego no se ha
apagado y que al revés, aprecio más lo que tengo porque ya le veo la magia en
todo, ya entendí que cada mañana que me despierto es un día que me fue
regalado, que cada amanecer tiene su peculiaridad y que yo como el, empiezo el día
con otro color, otro sabor, otras aspiraciones, otras necesidades pero con la
misma pasión, o hasta con más pasión porque entiendo los milagro de las pequeñas cosas y al
entenderlos, los veos en cada esquina y eso nutre más mi fuego interior, mi
amor por este mundo en el que vivo.
Hace 20 años, todo me parecía
normal, adquirido, los colores variaban más por lo que pasaba afuera de mí, que
con lo que estaba dentro, no sabía que todo empezaba desde adentro. No sabía
que la pasión se podía canalizar sin perder su brillo. Con el tiempo, las experiencias, un poco de sabiduría me habita,
poca, pero algo más que hace 20 años.
Ser sabio no quiere
decir saberlo todo, sino haber aprendido de nuestras experiencias para que
cuando emprendemos un camino conocido podamos correr sin tropezar porque ya
sabemos dónde están los baches, al revés nos da las herramientas para poder ser
más eficientes, más felices y concéntranos en cosas que no habíamos podido ver
la primera vez. Y si el camino es nuevo, ya tenemos una lista de posibles retos
pero no por eso lo correremos con menos pasión, al revés.
Así que Arturo, yo creo
que se puede ser sabio y nunca perder la pasión y te agradezco sinceramente
haberme hecho reflexionar tanto sobre el tema.
Feliz Miércoles.