Hace una semana
perdí mi iPhone, me enojé tanto, lamenté mucho la perdida, llamé ladrones a
quienes lo encontraron y me dije una y otra vez: que descuidada, que tonta, que
bla bla bla.
Y heme aquí,
recordando lo que nos contaba un psicólogo en un curso: en su viaje a
Tailandia, observó a los monjes budistas, a la hora de comer mezclaban todos
los platos de la comida, ya fueran fríos o calientes, salados o dulces, primer
plato o postres,, ¿para qué? nos preguntamos, para evitar el apego
material.
Situaciones,
hábitos, lugares , objetos, representan
un alejamiento a la paz interior, provocando desorden emocional, cuando dichas
cosas se sobrevaloran, es querer ver la felicidad en esos objetos, es creer que
sin ellos no podemos estar, es gastar energías y tiempo en sufrir ante la
ausencia de lo deseado.
Cuestionarse si los objetos nos pertenecen o somos pertenecidos por
ellos, ¿lo deseado realmente es necesario para vivir? ¿Acaso la felicidad
esta en esos objetos, en esos hábitos?
Decido retomar los estudios, me planteo suprimir ciertas cosas para dejar espacio a lo nuevo, pienso que los voy a echar de menos, pasan los días, no eran tan importantes, descubro nuevos lugares, nuevas cosas con la idea de que no sustituyen a las anteriores, solo son parte del camino de vivir, vivir sin apego.
Hoy creo que si vuelvo a perder el iPhone, no lo sobrevaloraré.
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